CERRAR

Caza

La brama del 2007 y como duermen los ciervos

Debería contarla mi hijo

Autor: Jaeger E.

Fecha publicación: 29/12/2011

Auspicia: Marcotegui Guns

El sonido del disparo casi no se sintió y el gran macho cayó abatido con un tiro en la tabla del cogote. Un macho bien viejo con muy gruesos candiles e impresionantes rosetas. Limpia y hervida la cabeza que contó con 10 puntas y un peso de 10 kgs...

Ese el final de la historia, y como hace Bertolucci en algunas de sus películas vamos a contar ahora el principio.

Era el 16 de marzo, el cielo diáfano y azul y la temperatura algo elevada para la época del año. Pese a eso, y otra vez da por tierra con el equivocado argumento que brama se da con los primeros fríos en marzo, nos comentó nuestro amigo y guía de caza que la brama estaba en pleno apogeo.

Salimos al campo al mediodía, exactamente las doce en punto, el calor arreciaba y al cabo de un par de horas de caminar y trepar las provisiones de agua mineral se habían terminado. Gracias a Dios dimos con un arroyito que salía de un surgente en un cañadón y pudimos calmar nuestra sed, y después de un breve descanso continuamos el ascenso hasta la zona de caza todavía distante un par de horas.

Atravesamos cerros y cañadones, vadeamos arroyos y ya empezamos a ver rastros de ciervos en el suelo. Una baña bien revuelta nos mostraba que la noche anterior un macho había calmado sus nervios revolcándose en el barro fresco. También pudimos observar muchos rascaderas, algunos en ramas bastante altas lo que era un signo promisorio indicando que andaban ciervos grandes.

Y se hicieron las cinco de la tarde y otra vez sin agua...

Los bramidos comenzaron a sentirse por todas partes y en el filo de un cerro pelado a unos ochocientos metros pudimos ver una manada de ciervas seguida por un macho respetable aparentemente de unas 12 o 13 puntas que rápidamente traslomaron desapareciendo de nuestra vista.

Empezamos a caminar con cuidado y a buscar el viento para que éste nos diera en la cara. Pasamos un cerro bajo y ante nuestra vista se extendía un valle grande con un par de par de mallines y salpicado de manchas de monte.

Nos quedamos al abrigo de una mancha de monte en la bajada del cerro para que nuestra silueta no se recortara sobre el cielo, y nos pusimos a observar con cuidado. Así, pudimos ver en un Tallin a un grupo numeroso de más de 25 ciervas que se movían de un lado para otro mientras un macho bien colorado de gruesos pero cortos cuernos las iba persiguiendo mientras bramaba casi en forma continua.

No nos llevó demasiado tiempo en el concierto que se había armado poder ubicar otros cinco machos. Uno de ellos con media docena de hembras en el otro Tallin totalmente embarrado y bramando como si el mundo se terminara ese día.

Otro mas de unas trece puntas bramaba echado bajo un maitén, y otros tres se desplazaban lentamente bramando al son de la orquesta. Todos machos cazables, pero ninguno capturó realmente mi atención.

Seguimos mirando desde nuestro "apostadero", y casi una hora mas tarde y precedido de un bramido ronco apareció a unos mil metros un macho, que por su corpulencia mostraba ser un viejo colorado. Pasó un largo rato hasta que en un claro conseguimos ver su cornamenta. Era larga y muy gruesa, sin poder precisar exactamente la cantidad de puntas que tenía, pero indudablemente era algo para seguir investigando.

Decidimos entonces movernos con cuidado siempre alertas de que no nos descubriera algunas de las ciervas que se desplazaban en forma continua por el valle, comiendo de vez en cuando y cada tanto deteniéndose para levantar la cabeza escuchando el sonido de la brama. Conseguimos arromarnos en más de media hora unos trescientos metros y desde allí, atrás de un arbusto vimos bien al ciervo. Fue suficiente para decidir que lo quería.

El problema es que a medida que bajábamos de altura cada vez perdíamos más la visión de perspectiva hasta que finalmente sobre el llano, lo único que podíamos hacer es avanzar muy despacio en dirección que el ciervo bramaba.

Pero de repente se calló. ¿Por qué?. Valla uno a saber.

Nos detuvimos un rato y esperamos, de ese ciervo nada, Los demás continuaban vocalizado y llenando el aire con sus rugidos. Perdido por perdido, decidimos avanzar muy despacio, un poco a cuclillas y otro poco arrastrándonos entre mancha de monte, y en poco rato tuvimos tres ciervas a distancia de tiro delante nuestro. Como se desplazaban despacio decidimos esperar un rato mas, calculando que nos quedaba por lo menos dos horas mas de luz.

El concierto de a brama continuaba, y otra vez a arrastrarse entre los neneos de los claros pinchándome las manos. Llegamos a una nueva mancha de monte casi en la parte plana del valle después de la cual había un largo pastizal y detrás otra mancha de monte mas.

De repente un bramido ronco nos sacudió. Nos quedamos quietos por un rato y nuevamente se hizo el silencio. Decidimos atravesar el monte caminando como si pisáramos huevos porque le bramido era muy cercano y llegamos al borde del pastizal a unos escasos 25 metros de la mancha siguiente. Ahí nos detuvimos a mirar. De repente Federico, mi hijo, me susurro, "papá, ahí esta tu ciervo". Yo miraba la parte alta del monte esperando ver las puntas de los candiles asomando. Otra vez me susurro Federico, ?papá esta ahí delante de tí?. El sol nos daba de frente y realmente no veía ningún cuerno sobresaliendo a las plantas. Bajé el largavista y ahí lo vi.

No estaba detrás del monte, estaba delante y echado durmiendo con sus gruesos cuernos hacia adelante. Me preparé para tirar, pero, ¿para que lado estaba el cuerpo? Le silbé, nada, ni se movió.

Levanté otra vez el rifle y le pegué un grito. Ahí se despertó y giro su cabeza hacia nosotros. NO quise arriesgar el tiro y le grite nuevamente. Ahí se paró. Le apunté a la tabla del cogote y se desplomó para siempre.

Nos acercamos, transcurrido un breve rato, que parecía eterno y estaba ya muerto. Muy gruesos cuernos que no podían abrazarse con las manos, un cuerpo gigantesco, nos costó a los tres un esfuerzo enorme moverlo. Cuando le cortamos la cabeza vimos que ya casi no tenía muelas. Sin dudas no habría pasado el invierno (Alsogaray perdón...).

Un verdadero y esplendido trofeo que coronó la cacería de la brama 2007 junto con un excepcional macho que Federico había cobrado el día anterior y que limpio pesó 11,5 kilogramos. Pero esa cacería fue de él y a él le corresponde contarla.

Jaeger E.