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Municiones

La importancia del factor velocidad en las heridas por arma de fuego portátiles

Balística terminal

Autor: Vanzetti Oscar Enrique

Fecha publicación: 04/09/2013

El aspecto nodal, a cuyo conocimiento nos adentramos mediante la atenta lectura, reside en la relación entre la velocidad del proyectil y el volumen total del daño, que es de naturaleza directa y de la que nace una novedosa nosografía balística, desarrollada por el autor de manera erudita, fundamentada, ilustrada y, por sobre todo, amena, abriendo también - como se verá - un también novedoso panorama en los aspectos etiopatogénicos y por extensión, en los aspectos diagnósticos y pronósticos.

De manera minuciosa y metódica, yendo desde lo más simple hasta lo más complejo, vamos conociendo los principios físicos que rigen dicho vínculo, partiendo desde la energía cinética según Newton hasta llegar a los números Mach, travesía que pone ante nuestros ojos el decisivo concepto de frente de onda aéreo, el cual, conforme la mayor o menor velocidad del proyectil, producirá diferentes consecuencias lesivas.

A continuación se describen el origen y las características de las llamadas cavidad permanente o canal de herida, y de la cavidad temporaria o transitoria, que resultan de fundamental importancia para comprender acabadamente los complejos procesos que se desencadenan a resultas de un disparo de arma de fuego.

Sobre la base de las razones expuestas, se toma como premisa básica que, no siendo todas las heridas de tal naturaleza iguales, diferentes serán los daños provocados, las secuelas y la actitud terapéutica a adoptar. Como sin duda puede deducirse tras éste último aserto, el trabajo que vamos a leer no es solamente de interés para el médico forense, sino que también habrá de atraer la atención de los médicos que en su práctica se enfrentan con estas lesiones, cuya condición es a menudo apremiante, exigiendo por su gravedad una resolución en lo inmediato.

En tal sentido, al acrecentarse los conocimientos, nace la posibilidad de adquirir una visión abarcativa de las diferentes presentaciones del fenómeno, que tal vez no se tenía, lo que sin duda redundará en una labor terapéutica más fructífera.

En fin, la obra que nos ofrece el Dr. Vanzetti, además de enriquecer la bibliografía especializada y proveer de un instrumento práctico al momento de la intervención profesional, se constituye en un valioso aporte para la ilustración, comprensión e interpretación científica de éste aciago y cotidiano hecho, al que la inteligencia humana dota permanentemente de nuevas y sofisticadas elaboraciones, destinadas exclusivamente a la producción de daños.


Prof. Dr. Humberto Lucero.
Médico (UNLP) y Abogado (IUPFA), Médico Legista (UBA)
Especialista Consultor en Psiquiatría y Psicología Médica (CMPBA) y Especialista en Medicina Legal (CMPBA)
Profesor Titular de Psicopatología Forense en la Licenciatura en Criminalística
Profesor Titular de Medicina Legal en la Licenciatura en Papiloscopía

Resumen

El estudio de los biomecanismos que originan la incapacitación o colapso de un individuo herido por un proyectil de arma de fuego que impacta en una zona del cuerpo que no signifique la muerte inmediata del mismo, es materia opinable en el campo de la llamada balística de efectos o balística médico legal y, quizás, debieran realizarse más estudios sobre los efectos, resultados y consecuencias del denominado factor velocidad ya sea en proyectiles de armas largas o en armas de puño, ya que es con estas últimas con las que se producen la mayor cantidad de heridas en el medio civil o urbano, por ser estas las armas que utilizan con mayor frecuencia policías, civiles y delincuentes.

En el ámbito militar, en cambio, son más frecuentes las heridas producidas por proyectiles provenientes de fusiles de asalto que disparan en forma automática o semiautomática y en los cuales, la mayoría de las veces, se utilizan municiones de otros calibres y características, teniendo generalmente mayores velocidades.

Se ha comprobado que las ondas de presión originadas por el pasaje de un misil a través de los tejidos vivos se hallan asociadas estrechamente con la velocidad del mismo y, principalmente, con la energía que él transporta. El monto de tal energía sería la causante de los llamados efectos cavitación y explosivo y, ambos, participarían directamente en el agravamiento de la herida. La onda de choque y otros elementos que contribuyen al daño por desplazamiento de tejidos y partículas (o fluidos), también jugarían un papel importante en las lesiones por misiles de alto contenido energético.

Introducción

Estudiar al factor velocidad en un proyectil de arma de fuego, aislado de otros que participan activamente en los mecanismos de producción y características de la herida en el ser humano, es al solo efecto de recurrir a un fin didáctico que facilite su explicación y comprensión. Y ello es así, porque dicho factor ostenta ciertas características que le permiten algunas consideraciones especiales y, que bien podría decirse, es habiente de una cierta "personalidad" exclusiva que lo distingue, lo que no quiere significar dejar rutinariamente de lado otros componentes que también son importantes en el estudio y comprensión del trauma balístico en su totalidad.

Los biomecanismos balísticos de las heridas y el factor velocidad

¿Pero cuáles son esas particularidades que le otorgan tal relevancia a la velocidad del misil (término tomado del sustantivo inglés "missile" que significa proyectil) de las armas de fuego, que permiten considerarla o estudiarla como una entidad aislada, como antes dijera- Ellas son, en mi opinión:

  • a) el monto de energía cinética que el proyectil transporta hasta el blanco en el momento del impacto
  • b) el porcentaje de ella cedido o entregado a los tejidos que son afectados a su paso
  • c) la velocidad o rapidez con que se realiza tal transferencia o cesión de energía
  • d) los biomecanismos que pone en juego ese monto energético cuando es entregado en la trayectoria intracorporal

Según la zona corporal afectada, el volumen total del daño tisular ocasionado como también su extensión y gravedad, se hallan en relación directa con este mencionado factor velocidad. (1) (2)

Es fácil comprender la importancia de la velocidad pues de ella depende la energía cinética que tendrá el proyectil al impactar contra el blanco humano o animal, energía que luego mantendrá al ingresar al organismo y que durante toda su trayectoria irá entregando en cantidad y rapidez variable a los tejidos que se oponen a su paso y a los que lo rodean. Esta entrega o cesión de energía dependerá de varios factores que veremos más adelante.

La energía cinética o fuerza viva, según el concepto Newtoniano, se puede definir como el trabajo necesario para acelerar un cuerpo, con cierta masa conocida, desde el reposo hasta una velocidad determinada. Se puede representar por la fórmula que vemos a continuación:

O sea, que mientras el valor de la masa m del proyectil se halla dividido por dos (que para facilitar el cálculo en balística se considera igual al peso del misil, que si bien para la física son conceptos diferentes, en la práctica sus valores no representan cambios significativos en la superficie terrestre), la velocidad V, se halla elevada al cuadrado. Esta energía cinética se puede expresar en libras/pie, Julios o Kilográmetros.

A los proyectiles se los puede clasificar por su velocidad, tomando en cuenta el número de Mach, en supersónicos y subsónicos. Los primeros, 3 son aquellos que superan la velocidad del sonido en el aire, que a 20º C es de unos 340 m/s, lo que es igual a decir aproximadamente: 1.224 Km/h o 1.115,4 pies por segundo (o pps). Y subsónicos son los que desarrollan en el aire velocidades por debajo de los 330 a 340 m/s. Estas cifran pueden variar ligeramente según la temperatura y la humedad ambiente donde se desplaza el proyectil.

Bellamy Zajtchuk realizaron una clasificación de la velocidad basándose en lo establecido por Mach, del siguiente modo: (4)

Velocidad

  • Media o intermedia: 335 a 609 m/s (1.100 a 2.000 pps)
  • Alta: 600 a 700 m/s (2.000 a 2.300 pps)
  • Ultra alta velocidad: + de 1.500 m/s (4.800 pps)

La velocidad de un proyectil de arma de fuego portátil se considera, a objeto de su medición, tomada a 15 pies (5 metros) de la boca de fuego del arma y se la denomina velocidad inicial o Vo. (5)

Para la mejor comprensión de lo antes expuesto, es importante explicar cómo el sonido se propaga en el aire. Durante su trayectoria el proyectil choca con las capas de aire que le oponen resistencia generando ondas sonoras o sónicas que se propagan a la velocidad del sonido. Estas ondas van a crear en conjunto lo conocido como frente o tren de ondas. De acuerdo a la velocidad del móvil o fuente que origina estas ondas, se comportarán de determinada manera en el fluido que las rodea.

Cuando el foco emisor, o sea el misil, se desplaza en el aire a una velocidad igual a la del sonido se produce la suma de todos los frentes de ondas. O sea que se podría explicar diciendo que tales ondas se comprimen, o para expresarlo de una manera vulgar, se "acumularían" delante la nariz del proyectil creando la llamada barrera sónica o barrera del sonido. Ver Figura Nº 1.

Figura Nº 1: esquema que muestra el frente de ondas de un proyectil viajando a velocidad del sonido y la barrera sónica. (3)

Pero cuando el proyectil se desplaza en el aire a una velocidad mayor que el de la onda en ese medio, superando a la velocidad del sonido, las ondas se trasladarán originando un perfil que geométricamente adopta la forma de un cono. Tales ondas se refuerzan en la superficie tangente de las esferas obteniéndose un frente de ondas cónico cuyo vértice es el foco emisor (el proyectil) (3) quedando el frente de ondas por detrás del mismo. (6) Ver Figura Nº 2.

Figura Nº 2: primera fotografía de ondas de choque oblicuas (Cono de Mach) de un proyectil supersónico que fuera tomada por Ernst Mach y Peter Salcher (7)

Este cono es llamado Cono de Mach y es aquí donde se origina la denominada onda de choque o también onda de cabeza para otros autores, y que consiste en una onda de presión que se corresponde a la envolvente de los frentes de ondas esféricas individuales generados en el medio o fluido que lo rodea (aire) por la fuente en movimiento (proyectil) (3). La onda de choque es en sí la onda que se forma alrededor de la nariz del proyectil. (6)

Cuando la velocidad del proyectil (foco emisor) es mayor a la velocidad del sonido, en la práctica se puede decir que el Mach 1 es igual, proximadamente, a 1.200 km/h o 340 m/s. En el agua, la velocidad máxima del sonido, a 20º C, se propaga aproximadamente a 1.460 m/s, (4.793 pps). (3)

O sea que en este caso la onda de choque, que no es igual a una onda acústica, se conforma como la superficie del cono que envuelve a los frentes esféricos de las ondas sonoras generados por la fuente (el proyectil) que se desplaza a velocidad supersónica. A velocidades transónicas, aproximadamente entre Mach 0,75 y Mach 1,25 se producen perturbaciones debido a que el flujo del aire puede ser diferente en distintas partes del cuerpo del proyectil. (6)

Figura Nº 3: disparo de un solo cartucho de una metralleta AK-47, con su onda esférica de boca y el proyectil que arrastra consigo las ondas de choque oblicuas (7)

Gary S. Settles dice, refiriéndose a la onda de choque, que: "son tan transparentes -ahí no hay diferencia con las acústicas- como el aire que surcan. De ordinario, sólo cabe verlas claramente con la ayuda de instrumentos especiales bajo condiciones de laboratorio controladas [...]. Aunque hace más de un siglo que se conoce el fenómeno de las ondas de choque, aún no se sabe todo sobre ellas [...]. Las ondas acústicas pueden considerarse parientes pobres de las ondas de choque en el aire: ambas son ondas de presión, aunque no una misma cosa". (7)

Y agrega el mismo autor: "una onda de choque carece de sustancia propia; es un frente de onda sutilísimo que, impulsado por colisiones moleculares a escala nanométrica, atraviesa, como un tsunami, sólidos, líquidos y gases a muy alta velocidad. Se trata de una onda de compresión -un pico de presión repentino seguido de una súbita caída de presión- que se forma, por ejemplo, cuando la velocidad de un objeto (una bala, digamos) se mueve a mayor velocidad que la del sonido en el medio circundante (el aire, en tantos casos) [...]. Por otra parte, las ondas de choque viajan más rápido que la velocidad del sonido; son supersónicas [...]. También su intensidad y energía superan la de las ondas acústicas [...], Las ondas de choque se generan mediante un "empuje" rápido y continuo, o mediante un objeto que se mueva a una velocidad supersónica".

Cuando un proyectil ingresa al organismo humano lo haría acompañado por ondas esféricas de sonido que pueden ser subsónicas, sónicas o supersónicas y cuyos centros se hallan en el foco que las originan, o sea el proyectil. En el caso que el misil tenga una velocidad supersónica, se puede suponer que lo haría acompañado de la antes mencionada onda de choque, que lo antecede y rodea como una especie de cofia.

Sobre este aspecto de la onda de choque Michael Courtney dice que, una onda de choque no puede crearse en un medio incompresible como es el contenido del cuerpo humano y que una onda de presión balística no es igual a una onda de choque. Según J. G. Fernández, la onda de choque no intervendría en la formación de las denominadas cavidades ni en el efecto explosivo de los actuales proyectiles de pequeño calibre y muy alta velocidad.

En efecto, dice este autor que en la formación de la cavidad temporaria, la mencionada onda de choque "que se forma al impactar" no juega ningún papel. Y agrega: "esta onda que alcanza presiones de hasta 1.000 libras/pie, atraviesa los tejidos a la velocidad del sonido en el agua (4.800 pps). En consecuencia precede al proyectil y a su paso no hay cavitación. Sus efectos solo se hacen sentir en tejidos ricos en gas (pulmones, vísceras huecas), en cuyo caso el fluido súbitamente dilatado, provoca rupturas tisurales y proyección del gas hasta zonas lejanas. (8)

En mi opinión, entonces, la verdadera importancia del factor velocidad se hallaría, pues, en que según sea la velocidad del proyectil dentro del organismo humano será la cantidad de energía cinética que transporten esas ondas y de ello dependerá la rapidez con que la misma sea cedida y absorbida por los tejidos que rodean su pasaje y donde se transformará en energía mecánica, la cual es la capacidad que poseen los cuerpos con masa de efectuar un trabajo, como veremos más adelante. Además, al medio en el cual se mueven estas ondas de presión, los tejidos humanos, se lo puede considerar un medio elástico o viscosoelástico por la gran proporción de agua que se halla en ellos (aproximadamente el 60% del peso del individuo). y además es un medio con capacidad para absorber dicha energía, diferenciándose de otros que no poseen esta cualidad.

Estas ondas de presión (llamadas perturbaciones, en la física mecánica) que se forman a lo largo del pasaje de un misil supersónico, se propagan hacia todas direcciones o sea tanto hacia los costados como hacia adelante del mismo, y son ondas esféricas elásticas de deformación que no son iguales a las ondas sonoras, constituyendo en su conjunto una onda de presión que también transporta gran cantidad de energía.

Mientras estas ondas de presión se van alejando del foco que las origina, continuará la entrega de energía a los tejidos que tienen capacidad de absorberla, siendo mayor esta cesión en aquellos lugares donde el misil halla mayor resistencia para su avance y por lo tanto, a ese nivel, el fenómeno o efecto "cavitación" que origina tendrá su mayor diámetro. Para explicar este mecanismo se puede aplicar aquí la tercera ley de Newton, conocida también como principio de acción y reacción.

O sea, que como consecuencia de esa cesión brusca y elevada de la energía cinética del misil, se produciría en los tejidos una cavidad llamada cavidad temporaria o transitoria, dentro de la cual se halla el vacío y la presión será negativa. Este nombre es para diferenciarla de la denominada cavidad permanente o canal de la herida, que es aquella que va labrando el propio proyectil en los tejidos y que persistirá una vez que atraviese los mismos. Con el paso de las horas, si el herido sobrevive, estas cavidades, permanente y transitoria, van tomando las características que obtienen los tejidos que sufren el proceso de reparación fisiológica que es común a todo tejido corporal vulnerado, desapareciendo progresivamente las características que poseen las heridas recientes.

Algunos médicos especializados en este tema, como el Dr. Martin Fackler, no conceden importancia a las ondas sónicas en la génesis de las lesiones balísticas, (9) pero otros autores sostienen que éstas pueden propagarse como ondas de presión de hasta 900 PSI y pueden producir irritación mecánica remota de los nervios periféricos. (10) (11)

Los límites de la llamada cavidad temporaria no están bien definidos, pudiendo existir zonas de tejidos lesionados más allá de los límites aparente de la misma, constituyendo las llamadas lesiones a distancia o remotas. Suneson et al. afirman que las lesiones remotas a filetes nerviosos pueden observarse más allá de los límites de la cavidad temporaria, hasta a una distancia de 0,5 metros. (12) (13)

Siempre debería tenerse en cuenta en el ser humano: a) la zona anatómica impactada, y b) el volumen y masa de los tejidos comprometidos. Igual debería hacerse con los medios de prueba artificiales o animales que se utilizan para demostrar el efecto de los proyectiles de las armas de puño, ya que en objetos o cuerpos pequeños y con poca masa el efecto explosivo del proyectil se magnifica, creando un resultado que impresiona al observador pero que no condice con lo observado en la realidad. La misma observación debería hacerse para pruebas efectuadas con proyectiles de fusiles. (6)

Para explicar mejor el mencionado efecto cavitación se debe tener en cuenta la velocidad del proyectil. En un fusil la velocidad del misil es por lo general mayor a 2.000 pies por segundos y da origen en la intimidad de los tejidos atravesados al mencionado efecto cavitación el cual fuese expuesto por vez primera por el Coronel Charles Woodruff en 1898 (14) pero que recién pudo ser visualizado fotográficamente en 1941 por Burns, Black y Zuckerman.(15) Dicho término "cavitación" ("Cavitation"), tuvo origen en un congreso de arquitectos e ingenieros navales en 1897 y fue tomado por Woodruff de un artículo publicado por S.W. Barnaby y J. I. Thorneycroft en 1897. En el mencionado artículo de 1898 Woodruff aplica este concepto sobre la causa del efecto explosivo de los proyectiles de pequeño calibre. (16)

El mencionado término cavitación puede definirse como un proceso por el cual los misiles de alta velocidad causan destrucción de los tejidos, y nació al ser observada una cavidad (y el vacío parcial) que se formaba delante de la hélice de un barco, la cual giraba sobre una velocidad crítica. (16)

C. Woodruff también señaló que los proyectiles que más transfieren su energía cinética tienen mayores probabilidades de causar el mencionado efecto explosivo, como si la bala hubiese estallado dentro de los tejidos. Sugirió también, que la interacción entre la bala y el tejido puede entenderse, casi exclusivamente, por la capacidad o incapacidad de los tejidos para tomar y transmitir vibraciones o movimientos de ondas y, explicó, que en esos tejidos pueden establecerse tales vibraciones violentas que, como en un panel de vidrio, pueden colarse más allá de sus límites de elasticidad máxima pudiendo "volar en pedazos". También se refirió a que las partículas de tejidos alejándose del pasaje del misil, incluso después de su paso, debían formar un vacío o una cavidad. Esta cavitación es la base del efecto explosivo de los proyectiles. (17)

Woodruff, además, demostró que el estriado del ánima del fusil y el giro del proyectil no son responsables del efecto explosivo, comprobación que realizó produciendo la mencionada cavitación empleando un arma de ánima lisa y una bala esférica de acero. También expuso que herir depende realmente de la energía absorbida durante el pasaje del proyectil y no de la energía de impacto ("strike energy"). En el mismo informe hace constar que la variación en la estabilidad del proyectil en el aire explicaría el fenómeno de la cavitación y del efecto explosivo, siendo tal inestabilidad producida por la brusca salida de gases a muy alta velocidad por la boca de fuego del arma, la que actuaría sobre la base del proyectil dándole un último impulso y que dicha inestabilidad se corregiría dentro de las primeras 150 yardas. (14) Dicha corrección sería ocasionada por acción del movimiento giroscópico del misil y de la resistencia que el aire le opone a su avance. (6)

Además de lo antes mencionado, Charles Woodruff fue el primero en sugerir que es la transferencia de energía cinética del proyectil en el tejido y no de la cantidad de energía del proyectil en el impacto, el que determina la naturaleza de la lesión balística. También estudió la capacidad de herir de las balas completamente revestidas (o encamisadas) y dedujo el comportamiento, para la producción de heridas, de las balas de plomo más grande y pesadas de los antiguos fusiles de avancarga. (17)

En mi opinión, se debería considerar que el monto de energía cinética del proyectil al impactar el blanco es importante, porque ello nos dará una idea sobre la capacidad de herir o de producir perturbaciones (ej.: ondas) en el medio que es penetrado o perforado. Creo menester mencionar a Emile Theodor Kocher, que es conocido en la historia de la medicina por su contribución a la ortopedia y cirugía y que fuera el primer cirujano en ganar el Nobel en 1909 por sus aportes sobre la glándula Tiroides. Pero él es menos conocido por sus conceptos en la balística experimental de las heridas, los que fueron plasmados entre los años 1874-1879. Kocher buscó determinar los mecanismos que causaban las lesiones balísticas y proporcionar un tratamiento racional para las heridas de tipo explosivo producidas por proyectiles de armas de fuego. (17)

E.T. Kocher pareciera ser el primero que investigó sistemáticamente las variables individuales que serían las determinantes de una herida. En sus experiencias obtuvo el equivalente de una herida explosiva disparando a latas de metal llenas de agua, lo cual le reveló que los efectos destructivos en tales latas parecían depender de la velocidad del proyectil, (17) llegando a la conclusión de que un factor hidráulico o hidrodinámico sería el causante del efecto explosivo en los tejidos, el cual luego sería conocido como "cavitación". (16)

También predijo que, en las guerras por venir, las heridas menos graves se harían con proyectiles sólidos no deformables, hechos de metal más duro que el plomo e independientemente de sus velocidades. En sus pruebas de laboratorio también utilizó la gelatina, reemplazando a los tejidos vivos de animales. (17)

Este destacado investigador, al mismo tiempo, llegó a la conclusión de que el músculo parecía actuar como un fluido que se estiraba, transmitiendo la energía del proyectil en lugar de romperse como sí lo hacían tejidos inelásticos como el hueso y, además, destacó la importancia de la deformación del proyectil como el de ser uno de los mayores determinantes del potencial para producir heridas. (17)

Pero si bien es importante considerar a los misiles de alta velocidad, está demostrado que los proyectiles con velocidades menores a la velocidad del sonido como son, generalmente, los disparados desde armas de puño (por debajo de los 1.000 pps), también originan ondas de deformación. (18)

Callender French expresan, entre otros, que el porcentaje de energía que se transfiere a los tejidos aumenta con el cuadrado de la velocidad y que cualquier acrecentamiento de la misma aumenta enormemente la energía transferida. También aseveran que en el ser humano la longitud de la cavidad permanente o canal de la herida alcanza en promedio unas 6 pulgadas (15,23 cm) de tejidos sólidos, y que solamente los misiles que transfieren rápidamente un alto porcentaje de su energía cinética causarán heridas graves. (19)

Para Rozen Dudkiewicz: "la tasa o porcentaje (y velocidad) de conversión de la energía cinética en energía mecánica para producir destrucción de los tejidos puede ser proporcional a la velocidad del misil elevada a la tercera potencia o incluso superior". (20)

Oscar Albino, en un libro de su autoría, expresa que: "la cavidad permanente, de igual diámetro que el proyectil, se forma al atravesar éste los diferentes tejidos que hallan a su paso, y que simultáneamente y por detrás del mismo se forma una cavidad temporaria debida al brusco desplazamiento de tejidos y aire". (6)

De lo antes expuesto surge, claramente, que a las heridas por proyectiles de armas de fuego portátiles no se las debería clasificar como ocasionadas por misiles de alta o baja velocidad, sino en heridas causadas por proyectiles de bajo o alto nivel de energía. (20)

La velocidad de un proyectil depende de variados factores siendo, según mi criterio, los más importantes:

  • a) del tipo de arma utilizada, el largo del cañón y el estado del rayado del ánima
  • b) del cartucho utilizado, el calibre de la bala, su forma, peso y material con que está fabricada
  • c) cantidad de pólvora, tipo y velocidad de quemado (deflagración)
  • d) la naturaleza del blanco elegido (humano o animal), la distancia del blanco a la boca de fuego del arma, su peso y volumen corporal

Algunos de estos elementos el tirador puede elegir o modificar, otros están ajenos a su voluntad de elección o cambio. Mc Pherson, entre otros, sostiene que: "la corta longitud de los cañones de las armas de puño limitan la velocidad que puede alcanzar el proyectil". Por ello, el mismo autor dice: "la cavitación temporal por proyectiles de pistola desempeña poco o ningún papel en la incapacitación del herido". (21)

Respecto a la importancia de la longitud del tubo-cañón sobre el factor velocidad voy a dar un ejemplo: si tomamos el popular calibre .22Largo Rifle, Rim fire (de fuego anular), empleando un cartucho Remington High Velocity, con una punta de 40 grains (o granos) de peso (2,59 gramos), podemos comprobar que en una arma larga el proyectil puede desarrollar una velocidad 1.335 pps y en un arma corta de 1.100 pps.22 o sea un 17,6 % menos de velocidad en el arma de puño que en el arma larga o de hombro.

Según Bellamy Zajtchuk, en las heridas producidas por proyectiles disparados por el rifle de asalto M16 en la guerra de Vietnam, el cual es utilizado con frecuencia para ilustrar la relación entre la energía cinética y severidad de la herida, esta relación de causa-efecto es errónea. Sin embargo la energía cinética (Ec) de la bala disparada por el fusil M16 (igual a 1.650 Joules o Julios) es casi idéntica a la de una bala cónica con formato aerodinámico disparada por un arma de avancarga de la década de 1850 (con una Ec igual a 1.665 Joules) y cuenta con menor energía cinética que cualquier bala disparada por un rifle militar desarrollado desde entonces.

Dicen estos autores: "el potencial para herir de la bala disparada por el fusil M16 depende de su fragmentación en los tejidos y no de su energía cinética y velocidad". (17)

Según G. Fernández, cuando la velocidad del proyectil supera la velocidad del sonido, el volumen de la cavidad transitoria puede superar 27 veces el volumen de la cavidad permanente, y que en una herida 1.000 libras por pie de energía puede liberarse a los tejidos sólo en 0,5 milisegundos. Dice el mismo autor que: "cuando la cavidad transitoria se expande se desarrolla en su interior presiones negativas hasta de 1 atmósferas, mientras que al colapsar las presiones positivas son de 2 a 4 atmósferas. Sin embargo, las presiones negativas duran aproximadamente el doble que las positivas, lo que explica en parte el hecho de que son más nefastas que éstas. Al colapsarse violentamente la cavidad temporaria, las presiones positivas desarrolladas en su interior hacen que tal cavidad no permanezca en reposo, sino que experimenta una serie de ciclos constituidos por dilataciones y colapsos sucesivos, ambos decrecientes, hasta su cese total.

Este fenómeno constituye el fenómeno denominado pulsación de la cavidad transitoria". (8) La intensidad de tales pulsaciones irá menguando a medida que se agote la energía cedida a los tejidos, hasta que al extinguirse completamente ellos quedan en reposo. Algunos autores, a diferencia de G. Fernández, refieren que la cavidad temporaria puede expandirse hasta ser 10 a 15 veces más grande que el diámetro del proyectil. (23)

Otros investigadores consideran que la gravedad de la lesión no reside solamente en el factor velocidad y del monto energético transportado y cedido, sino del trabajo que esa energía permite realizar, representado aquí dicho trabajo, en mi opinión, por la proyección de estructuras anatómicas y de las partículas o moléculas de fluidos que pueden ser desplazadas a cierta distancia del pasaje del proyectil. El autor G. Fernández, antes mencionado, expresa que la cesión de un monto de energía de 550 libras/pie en 1 segundo, equivale al trabajo de 1 caballo. (8)

Si en su pasaje intracorporal la energía cinética del misil es cedida totalmente al medio, éste quedará detenido o "anidado" (expresión del Prof. Osvaldo Raffo) dentro del cuerpo del individuo. Favorece este incremento en la entrega o cesión de energía el diámetro del proyectil (calibre) y el de su punta o nariz, ya que a mayor superficie frontal del mismo en contacto con el medio que lo rodea (los tejidos) y que se opongan a su avance, mayor será la resistencia o retardación encontrada y, proporcionalmente, se incrementará la entrega de energía aumentando con ello la severidad de la lesión. Si el misil tiene la suficiente velocidad, estructura y peso, puede traspasar el blanco humano (perforación), lo que significa una mengua importante en la cesión de energía al medio y también una lesión probablemente menos traumática y grave, con menor posibilidad de una rápida incapacitación del herido.

Los misiles de mayor dureza o solidez como los totalmente encamisados o "Full Metal Jacket" (FMJ), se hallan, una vez ingresados al cuerpo humano, dentro de los que poseen menor capacidad de deformación y mayor capacidad de penetración y perforación.

La mencionada cesión o entrega de energía a los tejidos también se ve favorecida en aquellos proyectiles que se deforman (lo contrario a los llamados "FMJ"), o voltean durante su trayectoria intracorporal, siempre que obtengan una profundidad de penetración adecuada (no menor a 30 cm), lo que beneficia y acrece una mayor sideración de órganos, vísceras y otros elementos anatómicos. En aquellos misiles que en la intimidad de los tejidos del ser impactado se parten en varios fragmentos o pierden parte de su estructura (por lo general trozos de su envoltura o "jacket"), ampliarán con ello la superficie de contacto con los tejidos y por lo tanto el volumen afectado de los mismos, produciéndose en el cuerpo principal remanente del proyectil y en cada nuevo fragmento formado (proyectiles secundarios) una pérdida de velocidad mayor que en los que se mantienen íntegros, ya que al disminuir el peso total del misil lo hace también su velocidad (recordar la fórmula de la Ec) y en consecuencia el porcentaje de energía entregada también disminuye proporcionalmente. (24)

Como las ondas de presión que siguen al misil buscan las zonas de menor resistencia, la cavidad temporaria es probable que sea asimétrica y se extienda siguiendo los planos musculares. (10)

Para Rozen Dudkiewicz es necesario que el proyectil sólo desarrolle una velocidad de 150 a 170 pps (45,72 a 51,8 m/s) para atravesar la piel. (20) Según O. Albino "para derribar un hombre medio se acepta como necesario transferir como mínimo una energía de 68 Julios (6,94 kilográmetros o 50 libras/pie)". (6)

La profundidad de penetración de un proyectil es muy importante en la práctica, ya que de ella dependerá también la capacidad de producir heridas de mayor o menor gravedad. Esta capacidad del proyectil es mayor en las armas largas que en las de puño, pero suele ser eficaz en estas últimas cuando se utilizan cartuchos modernos con puntas suficientemente duras y deformables, con la debida velocidad y peso. Esto fue comprobado en el año 1904 por la Comisión Thompson La Garde del U. S. Army, siendo elegido el calibre .45" para un arma corta reglamentaria.

Para destacar la importancia de la profundidad de penetración, Rozen Dudkiewicz mencionan que según un informe proveniente de Vietnam, los proyectiles de armas portátiles fueron responsables de un 30% de heridas penetrantes y de un 45% de las causas de muerte. Se ha estimado que una persona impactada por un proyectil en un conflicto militar tiene 1 posibilidad cada 3 de morir. Esto se compara con 1 probabilidad cada 7 de morir si es impactado por fragmentos de un proyectil de artillería, y de 1 en 20 si es golpeado por fragmentos procedentes de una granada. (20)

Ya vimos que la velocidad del proyectil, especialmente si es supersónica, participa durante su trayectoria intracorporal a generar ondas elásticas de deformación de gran intensidad que transportan elevada cantidad de energía y ocasionan la movilización de estructuras anatómicas y de las partículas de agua y gases que se hallan dentro y fuera de las células, alejándolas en sentido centrífugo del pasaje del misil. De aquí surge la génesis del llamado efecto cavitación de los proyectiles de alta velocidad. Rodeando los límites de la cavidad permanente se encuentra una zona de tejidos funcionalmente muertos por necrosis debido a la acción contusiva y deletérea que significa la formación de dicha cavidad, zona a la que el Prof. Osvaldo H. Raffo denomina zona de estupor traumático 25 y que G. Fernández denomina como zona de desintegración inmediata. Por fuera de los límites de la llamada cavidad temporaria por estiramiento se halla una zona de tejidos funcionalmente "adormecidos", tal como describiera John Hunter en "A treatise on Blood Inflammation and Gunshot Wounds" en 1794. (16)

O sea, una zona de tejidos contundidos, vulnerados, lacerados, desvitalizados pero sin necrosis y con una actividad funcional temporalmente disminuida o anulada, zona a la que G. Fernández denomina como zona de desintegración diferida ("delayed desintegration"). (8) Dicha zona, una vez desaparecida la cavidad temporaria, se dispone rodeando a la cavidad permanente.

La importancia de conocer lo más arriba mencionado reside en que los tejidos necrosados (o muertos) deben ser extirpados quirúrgicamente porque interferirán con una normal cicatrización, mientras que los de la zona de desintegración diferida deben tener un tratamiento menos agresivo y más conservador ya que pueden evolucionar con una restitutio ad integrum. (26)

Lo antes expuesto sobre la cesión de energía de los proyectiles supersónicos a los tejidos permitiría explicar dos hechos relacionados con la dinámica de los fluidos, más precisamente con las moléculas de agua intracorporal, lo cual estaría relacionado con la génesis de las denominadas cavidades y del llamado efecto explosivo que pueden verse en las heridas por proyectiles con alto monto energético. Ellos son:

a) El denominado shock o choque hidrostático, al cual el Coronel médico Frank Chamberlin llamara "reacción hidráulica o efecto hidráulico". (27) Este punto está relacionado con la presión hidráulica y se explica según el principio de Pascal: la presión ejercida sobre un punto de una superficie liquida, se retransmite por igual al resto de las demás superficies del líquido. (28)

El Dr. Chamberlin se refería al efecto fisiológico de esta onda más que a sus características físicas, para no confundir aquí el término "shock" con el producido por otras causas fisiopatológicas. (27)

Según M. Courtney el término shock hidrostático nunca fue bien definido y se utilizó primero para describir las lesiones a distancia o remotas ocasionadas por proyectiles penetrantes, pero que luego fue empleado en la comunidad médica y por otros investigadores científicos, como soporte de las lesiones remotas observadas en el tejido nervioso por la onda de presión.

Finalmente, agrega, fue principalmente utilizado por escritores no médicos sobre temas relacionados con armas y municiones. (29)

b) El efecto shock hidrodinámico, debido que al ingresar el proyectil al organismo humano comunica a cada molécula hídrica parte de su energía cinética y dichas moléculas, por sus propiedades de deslizamiento, se transforman en otros tantos proyectiles que chocan con violencia contra las paredes que las encierran. (28)

Charles Woodruff ya había comparado, como vimos, el movimiento rápido del pasaje del proyectil a través de los tejidos, con la cavidad que podía ser vista en el agua alrededor de una hélice de un barco girando muy rápidamente. Sugirió que: "este fenómeno cavitación es posible solamente en un medio incompresible (es decir, líquido). Es el efecto hidrodinámico (o sea, el líquido móvil) - en lugar de la presión hidrostática (es decir, la onda de presión a través de un fluido en reposo) - el que causa daño en los tejidos". (17)

Por todo lo mencionado supra es posible presumir, en mi opinión, que la onda de choque en los proyectiles que superan la velocidad del sonido podría intervenir activamente en el denominado efecto cavitación, lo cual es rechazado por algunos autores. Pero los misiles subsónicos, que en general se mueven entre los 700 y 1.200 pps, también producen ondas de deformación y cavidades de menor jerarquía, como ya expresara. Pero esta conclusión antes expuesta sobre la onda de choque, repito, no es apoyada por numerosos autores, como veremos más adelante.

Todo lo anterior nos permite comprender el origen de lo que a veces es denominado efecto estallido de una víscera u órgano, lo que también fuera llamado efecto explosivo por Chamberlin, (27) y además nos posibilitaría comprender los efectos nefastos que se producen sobre los tejidos y fluidos más alejados que rodean al pasaje del proyectil produciendo, en mi opinión, alteraciones que pueden llevar al individuo herido a una incapacitación inmediata por pérdida de la actividad eléctrica encefálica y del control muscular voluntario.

El colapso sería debido, entonces, a la acción inhibitoria que tales fenómenos ejercen, a distancia, sobre ciertos núcleos neuronales del encéfalo y también sobre otros órganos y vísceras del organismo, dejando al individuo en un estado de shock llamado primario, el cual a veces puede ser, como dije, de aparición inmediata o bien puede demorar algunos segundos o minutos en ocurrir.

La importancia de la transferencia de energía, la cual se halla íntimamente unida a la velocidad del proyectil, es que las mencionadas ondas elásticas de deformación producen dentro del organismo, como ya dijera, movilización y desplazamiento de los tejidos y fluidos afectados, originándose una cavidad llamada cavidad transitoria o temporaria por estiramiento ("temporary stretch cavity"), que tiene microsegundos de duración.

Este nombre es debido a que ella se origina por estiramiento de las paredes de la denominada cavidad permanente o definitiva ("permanent crush cavity"), que a diferencia de la anterior es producida por el pasaje directo del proyectil y que puede observarse en el curso de una autopsia o cirugía. (10) Según Vincent Di Maio, la duración de la cavidad transitoria es aproximadamente de 5 a 19 milisegundos. (30)

Esta cavidad transitoria se formaría entre 10 a 30 milisegundos después del pasaje del misil y tendría una forma que varía de un proyectil a otro según sus características constructivas, de su comportamiento en el medio atravesado y de las características histológicas del mismo (en especial la elasticidad), pero que dependerá fundamentalmente de la velocidad y energía del misil que golpea, rompe ("crush") y dislacera las células de los tejidos puestos en su camino. Dice Mc Pherson: "las pruebas han demostrado que el diámetro de la cavidad temporal por proyectiles de armas de fuego es generalmente menor a 4 pulgadas" o sea de unos 10 centímetros.

En la figura Nº 4 el esquema muestra las variaciones de tamaños y formas de las ondas de presión y el de la cavidad temporaria. Se puede observar a nivel de C que la cavidad tiene su mayor diámetro y se puede suponer que allí el misil sufrió un cambio brusco de dirección ("yaw") o que sufrió un volteo ("tumbling") por lo que se aumentó la superficie de contacto con los tejidos y, en consecuencia, la cesión de energía al medio que lo rodea.

Figura Nº 4: A: orificio de entrada con la dirección del proyectil y la cavidad permanente. B: cuello, C: límites de la cavidad transitoria. D: bala "anidada" y deformada en forma de hongo. E: ondas elásticas esféricas de deformación de variados diámetros (color celeste)

Algunos investigadores como M. Fackler atribuyen más importancia a la cavidad permanente como productora de incapacidad que a la cavidad temporaria, ya que la primera se origina por la sola acción directa del misil sobre los tejidos y su acción vulnerante no depende de otro elemento como lo es el monto de energía cinética transferido. (9)

Pruebas efectuadas en medios elásticos artificiales como es la gelatina balística al 10 o 20%, permiten estudiar este tipo de cavidad mediante el empleo de cámaras fotográficas y aparatos de rayos X especiales que permiten fotografiar y filmar el movimiento del proyectil, su deformación o no, la profundidad de penetración y las características que tendrá dicha cavidad en su conjunto, constituyendo lo que el Coronel médico Martin Fackler denomina perfil de la herida. (9) Con respecto a este medio artificial antes mencionado, hay antecedentes de que un precursor del uso de los mismos fue el Coronel L. B. Wilson (31) quien utilizaba bloques de gelatina al 20%, por ser esta concentración considerada como el porcentaje aproximado de dilución de las proteínas en el cuerpo humano. Actualmente este tipo de gelatina está normalizado y se le reconoce la capacidad de comportarse balísticamente como algunas partes blandas del cuerpo humano. (32)

Según Michael Courtney, cuando el proyectil es supersónico y supera en velocidad los 2.200 pps (670,56 m/s), la presencia de la onda de choque sería causante de heridas más grandes y graves, y también participaría en la producción de alteraciones funcionales celulares remotas en las neuronas de la médula espinal, nervios periféricos y en el encéfalo ("remote cerebral effects"). (33) (34)

El mismo autor mencionado en el párrafo anterior dice que: "la onda de choque y la onda de presión balística poseen numerosas similitudes en los tejidos y también similitud en como ellas causan efectos neurológicos en el cerebro. En los tejidos ambos tipos de ondas de presión tienen similar magnitud, duración y frecuencia. Se ha demostrado que una y otra causan daños en las neuronas del hipocampo y del hipotálamo. Además, ambas han contribuido a la hipótesis de que tales ondas alcanzan al cerebro desde la cavidad torácica por los grandes vasos sanguíneos. (33)

Algunos autores, considerando que la velocidad el misil es un factor muy importante en la creación de las heridas, las clasificaban a estas últimas en: a) heridas de baja velocidad, cuando el proyectil vuela a menos de 600 m/s (o menos de 2.000 pps), y b) heridas de alta velocidad, cuando ésta es mayor a 600 m/s. Las heridas de baja velocidad serían más frecuentes en el medio civil, mientras las de alta velocidad son más frecuentes en el medio militar. (5) Esta clasificación actualmente está superada. (20)

Según Hill et al., las heridas balísticas aquí consideradas deberían clasificarse según la cantidad de energía que lleve el proyectil, ya que sería este factor el responsable de participar en la gravedad de las mismas según el porcentaje y rapidez con que ella es transferida a los tejidos y el volumen total de estos afectados. Es así que las clasifican en:

  • 1) de alta energía (> 1.000 Julios)
  • 2) de energía media (250 a 1.000 Julios)
  • 3) de baja energía (< 250 Julios) (35)

Otro elemento importante a tener en cuenta, y antes mencionados, es que las ondas de presión de los proyectiles supersónicos (en mi opinión, incluida la onda de choque) pueden producir dentro de los vasos sanguíneos alcanzados por ella, picos de ondas de presión de alta intensidad que pueden afectar, como vimos, a las neuronas del encéfalo, originando una rápida pérdida de conciencia en el herido con caída al suelo, efecto al cual personalmente denomino "efecto derrumbamiento", y que podría llevar a una incapacitación inmediata del individuo lesionado, coincidiendo ello, por ejemplo, con los resultados obtenidos por E. Sanow en el experimental test de Estrasburgo, en 1991. (36)

Investigadores como Black, Burns Zuckerman, (15) Courtney M. Courtney A., (33) Suneson et al., (37) (38) Göransson et al., (39) entre otros, demostraron que disparos que impactaron en el muslo de las patas traseras de diversos animales como conejos, perros, cerdos y cabras, y también impactos en el tórax, siempre ubicados en lugares alejados del cerebro o en zonas anatómicas que no significaban la muerte inmediata del animal, producirían un pico de onda de presión balística oscilante de alta frecuencia coincidente con un breve pico hipertensivo de fracciones de segundos de duración, debido a que las ondas de presión actuarían sobre las paredes de arterias y venas trasmitiendo dicha presión a la columna sanguínea ubicada dentro de los mismos y ocasionando un pico hipertensivo sistémico con la suficiente energía que afectaría al cerebro produciendo, además, una lesión entre leve y moderada en las células nerviosas de algunos centros o áreas neuronales lo que ocasionaría la incapacitación inmediata o derrumbamiento del animal.

Sería el ya denominado efecto cerebral remoto ("remote cerebral effects"). Estas presiones demostraron una mayor efectividad cuando los niveles se hallan entre los 500 a 1.500 PSI o libras por pulgadas cuadrada. A ese pico hipertensivo antes mencionado le seguirían varios más de intensidad decreciente y que actuarían en conjunto con la onda de cabeza o de choque como una unidad. El mencionado efecto incapacitante se debería a la producción de un shock primario, que por un mecanismo reflejo estimularían formaciones neuronales del bulbo raquídeo que provocarían una brusca hipotensión arterial.

Lo anterior se puede explicar porque la estimulación simpática del centro vasomotor sito en el bulbo raquídeo, que si bien origina muchas veces un aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardiaca, también puede provocar disminución de la actividad vasomotora y vasodilatación con descenso de la presión arterial y disminución de la frecuencia cardiaca, por estimulación de la inervación vagal del corazón. (40)

Hay autores que no comparten totalmente este mecanismo de producir incapacitación por la onda de presión que se propaga por el caudal líquido de los vasos sanguíneos, pero en mi opinión, es un mecanismo que pareciera estar bien fundamentado y comprobado experimentalmente por otros investigadores.

La hipótesis de que la onda de presión puede causar una rápida incapacitación en el individuo que recibe el disparo tiene sus defensores. Al respecto, dicen Bellamy y Zajtchuk: "en muchas referencias se mencionan el hallazgo de lesiones significativas al Sistema Nervioso Central debido a la onda de presión, y tal hipótesis está basada en la evidencia de que dicha onda puede interrumpir su funcionamiento sin que el proyectil lo haya impactado directamente. La probabilidad de que una onda de presión cause una rápida incapacitación aumenta con la magnitud de la misma. Esto permite afirmar la hipótesis de la onda de presión". (17)

Tikka et al. comprobaron que la onda de presión balística que comprimiría a los vasos sanguíneos produciendo un intenso y breve pico hipertensivo, estaría en relación directa con el radio y elasticidad de los vasos afectados lo que produciría, a posteriori, un brusco descenso de la presión arterial. A menor radio de la luz del vaso le correspondería mayor velocidad e intensidad de la mencionada onda. (41) Este efecto hipotensor se produciría al actuar dicho incremento brusco de la tensión arterial sobre el seno carotídeo, debido a que él posee funciones baroreceptoras. (40)

Wang et al. en perros, observaron con el microscopio electrónico lesiones a distancia o remotas en neuronas situadas en el hipotálamo y en la región del hipocampo, producidas por una onda de presión balística oscilante de alta frecuencia, gran amplitud y corta duración. (42)

En todos los casos, las lesiones neuronales a distancia o remotas pueden ser demostradas por medio del microscopio electrónico y con técnicas citoquímicas especializadas, siempre que se lo haga un breve tiempo después de producida la lesión y de que el tejido nervioso no esté sometido a ningún tipo de conservación cadavérica.

Stapley et al. refieren que: "la densidad de los tejidos dentro del paso del proyectil tiene un importante efecto sobre el conjunto de la herida. La piel y los pulmones, con una relativa baja densidad pero gran elasticidad, pueden ser virtualmente perforados sin sufrir un daño significativo. El tejido óseo, sin embargo, con una gran densidad pero baja elasticidad puede ser, literalmente, hecho pedazos. El hígado, bazo y músculos son ampliamente lesionados cuando la energía cinética transferida excede la elasticidad de sus tejidos.

Las grandes arterias y nervios son marcadamente resistentes a la injuria, hay interrupción momentánea de las funciones de un nervio ligeramente lesionado, los axones están intactos y la curación sobreviene espontáneamente (neuropraxia). Los nervios raramente son totalmente destruidos a menos que se hallen en el paso directo del misil". (5)

Según M. Courtney, la formación de la cavitación temporal y su consiguiente daño al tejido tienen aspectos muy importantes y son específicos del órgano. Las propiedades físicas del tejido determinan las dimensiones de la cavidad temporal. Por ejemplo, la cavidad puede ser pequeña en pulmón pero grande en hígado. En pulmón, la expansión de la cavidad es contenida por el tejido que se desplazó hacia un costado y por el aire que se comprime en los espacios alveolares, pero tal contención no se produce en el hígado, una vez que la cápsula ha sido rota. (34)

Hacia 1991 se lleva a cabo en Estrasburgo, Francia, dirigido por Edwin Sanow, un test sobre cabras alpinas machos, sin anestesiarlas, que tenían un peso entre 80 a 85 kg y una capacidad pulmonar semejante al ser humano. Se les efectuó a todas cinco disparos en un costado con armas de puño de distintos calibres que les atravesaron el tórax, afectando ambos pulmones.

A todas las cabras se les controló la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y la actividad eléctrica cerebral de manera continua. Para determinar la tensión arterial se empleó un sensor de presión insertado en la arteria carótida. Se estudió en cada animal la demora en producirse la caída del mismo. Pudo establecerse, finalmente, que la caída del animal se debía a la producción de un breve pero intenso pico hipertensivo sistémico que era doce veces más elevado en el animal que se derrumbaba rápidamente que en aquel que no caía, y que dicho pico de elevada magnitud, pero de muy breve duración, era originado por la onda de presión o de cabeza que se formaba por delante de la nariz del proyectil y que coincidía con la formación de la cavidad transitoria por estiramiento.

Este pico de incremento de la presión sanguínea arterial coincidía con una caída o disminución de la actividad eléctrica del encéfalo. Le seguían al aumento brusco de la tensión arterial varios picos más de vibraciones de menor intensidad, pero que actuarían formando una noxa única con la cavidad transitoria produciendo el mencionado cese de la actividad electroquímica del encéfalo.36 Algunos autores dudan de la realización de este test, pero otros lo aceptan como válido.

Según M. Courtney: "este test sugiere directamente de que la onda de presión interna generada por la interacción de la bala y los tejidos puede contribuir a una rápida incapacitación, más rápidamente que la acción conjunta de la cavidad permanente y la pérdida de sangre por hemorragia interna". (34)

Este mencionado factor velocidad sería entonces lo que diferencia, fundamentalmente, a las heridas producidas por proyectiles de fusiles de las originadas por armas de fuego de puño o cortas (y también por objetos corto-punzantes). En las armas de puño, y para aumentar la eficacia del disparo, la alta velocidad (y la energía que transporta) suele ser reemplazada por una bala de gran calibre y peso aunque su velocidad sea subsónica o sónica, ya que está comprobado que el efecto incapacitante o de derrumbamiento en el individuo impactado, es en general, menor al obtenido con un misil supersónico de fusil de igual o menor calibre y peso, pero animado de una velocidad y energía más elevada.

Otros autores, como Sturtevant B. por ejemplo, comprobaron que proyectiles de armas de puño con menor velocidad y energía también afectan a las células nerviosas del encéfalo produciendo, en el animal de experimentación, lesiones microscópicas a distancia e incapacitación. (43)

Vincent Di Maio dice: "se ha determinado que sobre cierta velocidad crítica de 800 m/s, la característica de una herida cambia radicalmente por la destrucción de tejido que resulta mucho más grave. Una corriente trans o supersónica dentro del tejido, que causa fuertes ondas de choque, se ha asumido responsable de este efecto". (30) El incremento de la velocidad de un misil está asociado con un incremento de la cavitación y con un aumento de la fragmentación. (20)

El General del ejército de USA Julian Hatcher, a efectos de destacar que el valor del vector velocidad no es el único componente importante dentro de los biomecanismos de la lesión por misiles de armas de fuego, enfatiza y pondera la importancia de la masa o peso del mismo, teniendo en cuenta el valor del llamado movimiento lineal o Momentum. Este término proviene del latín movimentum, que significa capacidad de movimiento, y que corresponde a la cantidad de movimiento que posee el proyectil y que puede ser transmitido a un objeto contra el que impacta produciéndole un movimiento o moción. Este autor había confeccionado tablas actualizadas referidas a la capacidad de detención o "stopping power" de, para esa época, antiguos valores de algunas municiones. Pero según Hatcher, el valor del Momentum "solo pudo ser aplicado a las municiones de armas cortas; ya que en las de fusil, el factor inestabilidad introducía variantes en relación con la velocidad y longitud, que escapaban a las posibilidades de usar esta tabla". (44)

Conclusiones

Desde la introducción de las armas de fuego en el mundo, muchas fueron las hipótesis o teorías relacionadas con los mecanismos productores de las heridas que ocasionaban sus proyectiles. Muchas de ellas se desarrollaron para explicarlas y muchas fueron abandonadas.

La aparición de la pólvora sin humo a finales del siglo XIX que reemplazó a la pólvora negra y la construcción de armas de fuego largas y cortas que, necesariamente, se adaptaron para su uso, se coligó a la aparición de una nueva bala de menor calibre, encamisada y de elevada velocidad, que hicieron nacer a un nuevo tipo de proyectil, especialmente en fusiles de uso militar. Esto originaría en los escenarios bélicos modernos la aparición de heridas con nuevas características que las harían diferentes a las producidas por los antiguos proyectiles de los fusiles de avancarga, que utilizaban la pólvora negra y balas de plomo de gran calibre y, comparativamente, baja velocidad.

Estas lesiones con nuevas características, incentivarían en médicos militares y civiles el estudio de las mismas a fin de desentrañar sus orígenes. Numerosas investigaciones al respecto están aquí mencionadas a pesar de los muchos años transcurridos desde su aparición, ya que en ellas se hallan conclusiones todavía vigentes en algunos aspectos.

Se puede decir que la investigación médica sobre esta parte de la balística poseía desde sus comienzos dos objetivos principales: a) investigar y dilucidar las causas y mecanismos que producían la herida en el cuerpo humano y, b) buscar una metodología que mejorara la rápida evacuación de los heridos y el tratamiento médico-quirúrgico de los mismos en el campo de batalla, como también en los hospitales próximos al teatro de operaciones adonde eran evacuados.

Creo menester señalar que en las investigaciones de la llamada balística de efectos, terminal o médico legal, dentro de la cual se halla comprendido este artículo, son manifiestas y numerosas las opiniones encontradas entre diversos autores que se dedican a su estudio. Ello nos habla, en mi opinión, de la multicausalidad de las mismas.

Hoy en día, en casos de heridas por proyectiles de armas de fuego portátiles, sería importante para el médico interviniente, clínico, cirujano o legista, poseer información sobre el ejemplar de arma empleada, del calibre, tipo de bala utilizada y de la distancia desde la cual se efectuó el disparo, datos que no siempre son posibles de obtener en la guardia hospitalaria o en el ambiente de la morgue judicial, pero que sin duda son importantes para suponer o sospechar a priori el daño que se puede encontrar en el individuo herido, la complejidad y/o gravedad de las mismas y del probable tratamiento médico-quirúrgico que se debería realizar.

Personalmente creo que la onda de choque originada por un misil supersónico debería ser considerada un elemento importante en la producción y agravamiento de las heridas por proyectiles de armas de fuego portátiles.

Seguramente, nuevos estudios que se valiesen de la ayuda de la moderna tecnología disponible y efectuados con el debido rigor científico, podrían develar la verdadera importancia de este fenómeno que ocurre en el interior del cuerpo humano. Se la debería relacionar, en mi opinión, con la formación de las llamadas cavidades, el efecto explosivo y las lesiones microscópicas a distancia en las neuronas de la médula espinal, nervios periféricos y del encéfalo. Asimismo, soy de la opinión de que deberían ser estudiados con mayor profundidad como actúan los estímulos nerviosos a nivel del encéfalo y que, originándose en los tejidos que atraviesa el proyectil, pueden provocar en algunos casos el mencionado colapso inmediato del individuo herido o efecto derrumbamiento, como yo lo denomino.

Si bien considero muy importante los estudios que realizaron numerosos investigadores en este campo de la balística médico-legal, es mi opinión que faltaría algo de claridad conceptual en algunas conclusiones ya que los tejidos del cuerpo humano no constituyen, a mi entender, un medio totalmente incompresible ni tampoco inelástico. Por ejemplo, y como figura en algunos libros de física, los gases son relativamente compresibles hasta cierto punto y la onda de choque, por definición de la física mecánica, es una onda de presión.

Teniendo en cuenta los conceptos precedentes, y en mi particular opinión el factor velocidad y también las características del arma y del misil, no deberían ser ellos los únicos parámetros considerados para estudiar y explicar los biomecanismos de las heridas y de su compleja repercusión en el organismo del ser vivo impactado, sino, y de manera destacada, deberían tomarse en consideración las características biológicas y el contexto en el cual se halla situado el mencionado blanco o target, sea humano o animal.

Mucho se ha avanzado en el tratamiento de las heridas (o bien dicho lesiones, desde un punto de vista médico legal), que producen los misiles de alta velocidad y energía disparados desde fusiles militares, especialmente si están preparados para deformarse, fragmentarse o sufrir volteos al ingresar al organismo humano, las que por lo general merecen un tratamiento médico quirúrgico radical, con extirpación total o parcial de los órganos lesionados, a veces de porciones importantes de intestino y anastomosis derivativas.

También, el monto de tejido necrosado a extirpar en este tipo de heridas debería ser considerado, y sería útil aplicar en ellas un tratamiento médico-quirúrgico que acompañe al conocimiento de los mecanismos que las originan. Seguramente será imprescindible un especializado cuidado médico y de enfermería, y un periodo de internación bastante prolongado que aumentará los costos del tratamiento. En las heridas por proyectiles de baja energía, las más comunes en el medio civil, la conducta expectante y conservadora, a diferencia de lo anterior, debería ser la norma.

Cuando se habla del efecto de los proyectiles de arma de fuego y de la repercusión general de la misma sobre el organismo hay un aspecto que no debería ser obviado. Y ello es la particular estructura psico-neuroendócrina y anatómo-fisiológica del blanco humano vivo y de su reacción ante toda herida o lesión, respuesta siempre de características complejas y sorprendentes.

Agradecimientos

Agradezco la generosa colaboración para la realización de este trabajo a las persona mencionadas a continuación:

  • Dr. Alejandro Adrián Bevaqua. Especialista Jerarquizado en Medicina Legal.
  • Sr. Jorge Eduardo Arbones. Coleccionista y escritor sobre temas de armas y municiones.

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Vanzetti Oscar Enrique

Médico Legista

Copyright Enrique Vanzetti
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