Caza

¿Por qué no hay que usar un 1891?

En mi opinión, muy lindos para colgarlos en la pared

Autor: Marcotegui Luis

Fecha publicación: 04/11/2004

Auspicia: Marcotegui Guns

Corría la década de los 90, cuando se podía ir a cazar mas seguido y uno se armaba o compraba un par de rifles por año. Conseguí entonces un cañón de un fusil Ruger .243 que lo habían sacado para remplazarlo por un .308 Win, este caño era muy liviano corto, 18 pulgadas y de perfil fino, además de estar en impecable estado, es justo allí cuando a uno se les ocurren las ideas.

Después de varias deliberaciones llegamos a la conclusión que la acción de 1909 era demasiado grande y pesada para este cañito y como la idea era hacer algo muy liviano, dijimos: ¿por que no una acción 1891?, que es mas chica, liviana y corta que la anterior. ¡Buena idea!, creíamos entonces, así que pusimos manos a la obra.

Fui a lo del mis amigos Pizzu y Bocha (Elemental Guns) a buscar un fusil 1891 que estuviera bien y que además tenga una linda madera, ya que íbamos a usarla en la deportivización del arma. Armero de por medio y sin grandes reformas mas que la rosca del cañón, doblado de manivela y perforaciones para los montajes el fusil estaba listo para usar.

Una vez terminada la parte de fierro, me di una vuelta por Chiclana y el inefable "Tano" Razza deportivizó la culata que quedó hermosa. Montaje, mira y a probarlo, realmente era muy liviano ya que el conjunto no llegaba a los 3 kg.

Ese fin de semana fui al Tiro Federal Argentino a regular la mira y con sorpresa para los presentes, pegaba además de todo, lo que no es poco. Así que todos contentos y a mucha gente que pasaba por la armería, le encantaba y se querían armar algo así, liviano, corto, y practico para cacerías de largas caminatas como por ej: las de sierra de la ventana. Y casualmente, allí fuimos.

Con mi socio de entonces, Santiago y en esta oportunidad también mi familia, fuimos a Pigüé donde nos aguardaba Ricardo Audicio, un tipo excelente y además muy buen guía de caza, allí nos internamos en las sierras con la chata hasta llegar a Las Grutas. Un lugar soñado, casi el paraíso, sierra, paisajes, ríos, abras, vegetación, una hermosa casa, la excelente atención de la familia Sbarbatti y como si fuera poco cacería.

Durante el día subimos y subimos y... ¡subimos! hasta llegar a la zona donde suelen andar las cabras, pero no tuvimos suerte el primer día. Cansados por el viaje y el cambio de aire decidimos no cazar esa noche.

Al día siguiente repetimos la trepada, con la lengua afuera por el exceso de sierra (y kilos) llegamos hasta las cabras y con un tiro bien pegado abatí un muy lindo chivo negro, realmente todo había salido bárbaro. Nosotros contentos, la familia disfrutando del paisaje, y la pileta, buenos asados, siestas, todo lo que uno quiere hacer por siempre.

A la noche y después de cenar aprovechando que había un poco de luna nos propusimos dar una vuelta a ver si veíamos algún chancho, de los clásicos colorados o negros cimarrones que abundan en la zona. Luego de varias vueltas una sombra negra se alejaba del rastrojo adentrándose en las sierra, ¡tirale, tirale, es un chancho!, gritó Audicio.

Levanté el rifle, no veía gran cosa en la mira (que era media berreta), solo percibí un bulto negro y ahí nomás le mande el dedazo. ¡Le pegaste, le pegaste, vamos que debe estar allí!, decía Fabio.

Al acercarnos me dije "le paso una nueva bala a recamara por si se levanta" y fue en ese momento, al cerrar el cerrojo, donde todo lo vi rojo, una fuertísima explosión seguida de un intenso dolor en varias parte de mi cuerpo, los pedazos del fusil que se caían de mis manos, los gritos de los que me rodeaban, luces de linternas y la pregunta de ¿que carajo pasó?.

Yo todavía aturdido y sin contestar empecé a hacer un repaso de mi cuerpo, a ver si aun estaba todo en su lugar, dedos, manos, cabeza, etc. Tenía un fuerte dolor en el pecho y en mi mano derecha el dedo pulgar estaba destrozado, la sangre corría si cesar, que además me había manchado por todos lados, por lo que no sabía bien que mas tenía roto.

Una vez que comprobamos que era solo el dedo, juntamos los pedazos del fusil y nos fuimos corriendo con la camioneta hasta la casa, eran cerca de las 3 de la mañana, una vez allí y con luz, pude observar que la primer falange de mi dedo pulgar estaba destruida, la mano hinchada por el golpe y en el pecho un gran moretón y un montón de pequeños cortes.

El dolor del dedo se volvía insoportable mientas lo lavaba bajo la canilla, Ricardo despertó a mi mujer y a mi hijo, le contó lo que había pasado y nos fuimos todos al hospital de Pigüé. Ahí me realizaron las primeras curaciones y nos volvimos a Bs. As. Al llegar me contacté con mi amigo, fierrero y además cirujano de manos el Dr. Yrbas, por suerte no perdí el dedo y después de varias atenciones se fue cicatrizando aunque perduraba un dolor muy intenso. El resto, eran solo golpes.

Lo que sucedió, técnicamente hablando, es que el fusil se disparó sin estar acerrojado por lo que la presión del tiro se la "bancó" mi mano y los gases que salieron hacia todos lados al reventar la vaina, rompieron el fusil como muestran las fotos. Dentro de todo, fue una desgracia con suerte, ya que podía haberme hecho mucho mas daño.

La acción 1891 tiene la particularidad de que el percutor se monta linealmente al llevar el cerrojo hacia adelante, por lo que si algo falla en el fiador, el fusil se dispara a pesar de que el cerrojo aun no bajo como para que los tetones de cierre traben en la acción. En este caso lo que falló fue que el resorte que mantiene al gatillo tenso (se partió) y al montar el fiador se soltó y produjo el disparo.

Esto no pasa en la acciones más nuevas, ya que el sistema fue corregido y mejorado a partir de la acción 98, donde la nuez que se encuentra en la parte posterior del cerrojo no permite que avance el percutor hasta que el cerrojo no esté totalmente cerrado y además, se mota el percutor con el movimiento de cierre de la palanca hacia abajo.

Para que se imaginen la violencia del episodio, les comento que la palanca del cerrojo que estaba levemente inclinada hacia atrás se dobló hacia adelante en el golpe contra mi mano.

Luego de este accidente, y comentándolo entre amigos me enteré que no era tan raro lo que me había pasado a mi, que hubo varios casos en Argentina, inclusive algunos fatales.

Es por ello que desde entonces cuando me preguntan acerca de los 1891, les digo que son muy lindos fusiles para colgarlos en la pared y/o tenerlos de adorno.

PD: días después me comuniqué con Fabio, dueño del campo, y me comunicó que el chancho estaba muerto a 100 mts. del lugar.

Marcotegui Luis

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