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Primer descenso al Cráter del Volcán Bertrand

Provincia de Catamarca

Autor: Scanu Marcelo

Fecha publicación: 12/12/2008

Durante parte de enero y febrero de 2008, José Luis Querlico y quien les escribe, Marcelo Scanu, recorrimos la Puna Catamarqueña de la Argentina, una zona remota y de las más secas y desconocidas del planeta donde se encuentran los volcanes más altos de la Tierra. Allí descendimos al cráter del volcán Bertrand.

Localizado en 26º 49´33.7" Sur y 68º 09´34.9" W, el volcán Bertrand, de 5.207 metros, posee un cráter de dimensiones increíbles: 4.5 km de diámetro y más de 300 metros de profundidad. Su primer ascenso se debió a los incas, quienes cerca de su cumbre dejaron restos aproximadamente en 1480. Casi cinco siglos después, en 1965, la checoeslovaca Verena Bolinder y su esposo Anders Bolinder, de Suecia, junto al baqueano Víctor Bustamante son los primeros montañistas modernos en llegar a su cumbre.

Treinta años más tarde, en 1995, ascendí en solitario y encontré los documentos que dejaron los europeos en la cima. Desde ese momento pienso en descender al enorme cráter que veo a mis pies.

En nuestra expedición argentina del 2008, el grupo hizo campamento al oeste del cráter, en una zona de pequeños volcancitos y una laguna roja debido a los minerales procedentes producto del vulcanismo. Desde allí ascendimos hasta el borde del cráter, a poco menos de 5.000 metros, donde el viento fortísimo fue un obstáculo a vencer. Siguiendo el recorrido de una quebrada llena de enormes rocas, nos adentramos en terreno virgen descendiendo a la zona más baja del cráter, aproximadamente a 4.850 metros.

El panorama desde ese punto es sobrecogedor, único. Es como estar en el mundo perdido. Solamente rocas y casi nada vivo a excepción de unas pocas y esporádicas plantas raquíticas. Los bordes del cráter caen abruptamente destacándose la cumbre principal y la cumbre Norte 5.188 metros. Esta última la ascendí sólo yo, pues Querlico debió bajar dos días antes del final de la expedición por motivos laborales.

En esa cima encontré restos de un ascenso moderno. Anteriormente habían explorado la zona del magnífico y cónico volcán Peinado y la Laguna Amarga, realmente dos bellísimas lagunas, una verde y otra celeste contaminadas naturalmente con cianuro y arsénico debido a la descomposición de la roca volcánica. Ascendí en solitario a la cumbre virgen de un volcancito de aproximadamente 4.900 metros conocido como Hijo del Peinado. En la cumbre hay un interesante cráter de unos 15 metros de diámetro.

La expedición soportó nevadas y 15 grados bajo cero en las noches.

Se agradece a Gendarmería Nacional (Comandante Principal Torrisi, Comandante Primero Altamirano y Comandante Clementín) por el invaluable apoyo y a la Unión del Personal Civil de la Nación.

Parte del cráter desde la Cumbre Norte

Desde la cumbre Norte se observa el Volcán San Francisco 6016 msnm y detrás, el Muerto 6488 msnm

Panorámica del cráter desde la cumbre Norte

Para tener una idea de esta región inhóspita, agrego una descripción que hice hace tiempo y creo, es bastante gráfica.

La Puna Argentina aún encierra múltiples misterios.

Hasta hace pocos años era una mancha blanca en los mapas, y solo relevamientos cartográficos bastante recientes han echado algo de luz sobre este paraje remoto y salvaje.

Allí se encuentran los volcanes más altos del planeta, enmarcados en el que quizás sea el desierto de altura más despiadado de todo el orbe.

Humanos y animales pugnan por sobrevivir a los brutales cambios térmicos y a la implacable acción del sol. Si a estas condiciones les sumamos la falta de agua, nos daremos cuenta de por qué existen todavía volcanes inescalados, desiertos sin recorrer, planicies sin relevar... Por ello aún hoy la Puna constituye un desafío para cualquier explorador inquieto.

Al norte del Ojos del Salado y del Paso de San Francisco, nace la Puna. El límite lo marca la Cordillera de San Buenaventura.

Traspuesta ésta, uno se encuentra aislado en la zona menos recorrida del altiplano. Conos volcánicos enteros y desgajados cubren el desierto hasta donde la vista llega. Campos basálticos, tan negros como filosos, son una constante amenaza, al igual que las de polvo volcánico.

Existen lagunas multicolores, donde se destacan el verde y el azul profundo, pero sus aguas son peligrosas: poseen cianuro y arsénico, producto de la desintegración de las rocas volcánicas. Uno puede desplazarse por kilómetros sin encontrar vegetación, y donde existe, se trata de unas raquíticas matas o unos ínfimos pastizales.

Alguna vez nos cruzaremos con una manada de vicuñas, mientras que en los espejos de agua, grupos de flamencos rosados batirán sus alas para levantar vuelo y teñir el cielo de rosa ante la menor amenaza.

Allí y aquí nos toparemos con esporádicas evidencias del paso del hombre: una herradura, una flecha, o una cruz solitaria escondiendo los detalles de alguna muerte fatídica. Así es la puna: bella pero brutal; tan atrapante como trágica.

Scanu Marcelo

Fotos Marcelo Scanu

Copyright Marcelo Scanu
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