CERRAR

Caza

De apellido materno Herrera

El Chital, ciervo tropical

Autor: Jaeger E.

Fecha publicación: 12/03/2014

Auspicia: Marcotegui Guns

El Chital es sin duda el cérvido mas bonito, su pelaje color ladrillo surcado el lomo por una franja marrón oscura, casi negra y las pintas blancas que agracian su piel, la convierten en una de las mas vistosas. Los cuernos lirados y simétricos tienen tambien una gracia muy particular.

Al ser un ciervo tropical, originario de la India y de Ceilan, no tiene la necesidad de los cervidos europeos que las hembras se pongan en celo en el otoño, que en este caso es lógico ya que las crías nacen a principios del verano y cuando llega el invierno 6 meses después ya se encuentran desarrolladas, a la vez en el periodo de lactancia la madres con los nutritivos pastos del estío tienen abundante leche. Y si pensamos que la diferencia térmica entre invierno y verano puede ser de hasta 80 grados, esto se explica solo.

En caso del axis esta diferencia térmica se hace muchísimo menor por lo que en toda época del año se encuentran crías, machos volteados., machos con felpa y aquellos que ya están terminados.

A pesar de ello, hay una adaptación a nuestras condiciones climáticas que hace que gradualmente, y estoy hablando de los últimos 25 a 30 años la temporada de brama del Chital se va corriendo hacia los meses de diciembre hasta marzo. Consecuentemente es en este periodo en el cual se encuentra la mayor cantidad de ciervos terminados.

La distribución de este ciervo se va expandiendo cada vez más, en la Costa bonaerense, en Entre Ríos y Corrientes y en varias ubicaciones más donde ha sido "transplantado".

Era el mes de enero, días calurosos y húmedos con temperaturas bien arriba de los 38 grados, y a pesar de ello y de los mosquitos era el momento mas adecuado para poder salir a esos montes de la Costa a ver los ciervos y si había suerte encontrar algún macho viejo para cazar.

Salimos tarde, después de comer un asado en Dolores, con algunos vinitos también.

En el viaje hasta el campo dormite un rato disfrutando del aire acondicionado de la S10. Llegamos finalmente al campo y después de innumerables tranqueras al lugar elegido. Nos llamó la atención la sequía que podía apreciarse en numerosos cursos de agua y lagunas, alguna a punto de secarse. A la vera de los caminos salían disparando las nutrias que vagaban en busca del agua.

Al bajarnos de la camioneta para saludar al encargado nos golpeo una ola de calor, como si Dios hubiese prendido en ese instante la calefacción.

Esperamos un rato preparamos lo mínimo necesario y salimos al campo. Pasamos varios charcos secos en los que solo el fondo conservaba algo de barro como recuerdo lejano del agua que había contenido. Y así caminamos por horas atravesando montes, donde se podían ver señales inequívocas de las rascadas de los machos para librarse de la felpa. El piso de los montes, en los cuales había que caminar con cuidado por la cantidad de ramas secas estaba cruzado de innumerables sendas utilizadas por ciervos y en algunos casos por avestruces. Y cada tanto un abra, donde al amparo del monte nos deteníamos para mirar despaciosamente con los largavistas. Y siempre cuidando el viento y maldiciendo a los horneros que denunciaban nuestra presencia. Los pastizales secos, como si fuera invierno y a la sombra de los talas la hacienda buscaba su alivio.

Pasamos un cuadro limpio cuyo suelo estaba tapizado de peperina que a nuestro paso iba perfumando el aire. Paramos a tomarnos un respiro y un trago de agua de la cantimplora, que ya se había entibiado. Es en esos momentos que uno piensa cuanto pagaría por una cerveza helada!!

Atravesamos tres o cuatro montes mas hasta llegar a un vado lleno de cardos, ya secos donde en algún momento habría corrido agua. Nos sentamos a la sombra de un coronillo y nos pusimos a mirar al monte.

Al rato apareció una cierva y después a unos 200 metros otra mas y un machito juvenil. Al rato ya eran varias las manchas marrones dentro del cardal. No tardo demasiado en aparecer un macho de corbata blanca y que se mantenía alejado del resto. Lo miramos mientras se desplazaba poco a poco hacia los cardos. No era de los mas largos que he visto ni los que he cazado, pero tendría su ochenta y algo, bien abierto y con luchadoras largas y muy parejas.

Después de mirarlo un rato y sacarle varias fotos(algunas de las cuales ilustran esta nota), decidí tirarle. Por insistencia de mi amigo tome su Weatherby 300 y rodilla en tierra de coloque el retículo en la paleta. Dispare , y para mi sorpresa el ciervo, y el resto de la manada salio corriendo. Rápidamente encaré al bulto más grande y disparé de nuevo, mientras iba corriendo, esta vez si sentí el golpe del impacto. "Ahora si le pegaste" digo Cris, y después de aguardar un instante fuimos en la dirección que había tomado la manada. Finalmente lo encontramos con un disparo en la paleta, pero... era otro ciervo.

Un descarte de cabeza deformada que presumimos que podía ser el juvenil que andaba en el cardal. Por lo menos, me quedo el consuelo de haber hecho una tarea de selección...

No entiendo todavía que paso, echarle la culpa al rifle o la mira con lo que paso con el segundo tiro, no puedo, pensar que algún cardo o rama que no vi desvió el disparo no se, la verdad es que le erre. Por eso lo de segundo apellido.

Otra vez será como dice la canción, y otra vez iré por esos montes.

Jaeger E.

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