Caza
Autor: Jaeger E.
Fecha publicación: 23/05/2013
Auspicia: Marcotegui Guns
A unos 23 kilómetros de la localidad pampeana de Quehue, continuando por lo que seria la continuación de ripio de la Ruta 18, se llega a la estancia "Los Cerritos". Un establecimiento de campo de monte de caldenes con algunas abras pastosas que es un lugar de privilegio para la fauna pampeana. Desde la galería del lodge principal se pueden ver pasar manadas de ciervos dama y antílopes mientras tintinea el hielo en un vaso con whisky Chivas.
Llegué a la tardecita cansado por el viaje y una noche anterior casi sin dormir y me acomodaron en una esplendida cabaña que compartí con el amigo Goyo Alberdi. Él había llegado mas temprano, por lo que no dudó en aceptar la idea de ir a un apostadero para ver si conseguía cazar algún jabalí. En ese medio tiempo llegaron los amigos Alejandro (Paco) Gutiérrez y su primo Eduardo en viaje directo desde Villa Ángela en el Chaco.
Yo cansado como estaba, disfruté de la cena servida en el hermoso comedor del lodge, adornado por trofeos de caza locales, del África y hasta de Alaska, y me fui a dormir para poder salir temprano por la mañana a caminar los ciervos.
Por la fecha ya la brama no estaba en su momento mas álgido y solo en los alrededores de los corrales donde están los reproductores (esto merece un capitulo aparte) con lo que se va mejorando la genética, por lo que habría que tener especial cuidado al caminar en el monte. A las 6 y poco de la mañana nos llamaron, y después de tomar el desayuno en el lodge, cada cual salio en direcciones diferentes con un guía conocedor del campo.
La camioneta nos dejó frente a una tranquera de caño y desde allí emprendimos la caminada cuidando siempre la dirección del viento. A poco de andar nos sorprendió ver un par de liebres mara que ni se preocuparon cuando pasamos al lado. Poco rato después un ciervo dama juvenil nos vió y salió con su característico trote. Pero de los ciervos nada. Algún distante bramido se escuchaba desde los corrales de cría donde seguramente los ciervos libres les bramaban a los reproductores.
Después de un par de horas, tomamos un descanso en una picada donde se veían muchos rastros frescos para ver si se cruzaba alguno, pero nada. A las once emprendimos la vuelta hacia la casa.
Después del almuerzo y la obligada siesta que duró hasta las 6 de la tarde, gracias al Rutina bi-varietal!!, se empezó a escuchar una vez bramidos lejanos. Decidimos probar la suerte en un apostadero cerca de los corrales y allí nos fuimos.
A eso de las 8 de la noche pasaron muy campantes dos padrillos de jabalí por la loma de enfrente, mas tarde una manada de búfalos llegó hasta la aguada para retirarse después. Estaba ya bastante oscuro cuando aparecieron un para de ciervas y dos machos. Uno de ellos evidenciaba tener el físico del adulto, pero no le podíamos distinguir las cornamentas por lo cual los dajamos pasar.
A la medianoche estábamos de vuelta en el lodge para cenar y conversar con nuestros amigos sobre la cacería de cada uno. Había un par más de cazadores, un norteamericano que cazada con arco y un abogado argentino.
El norteamericano en esa tarde había clavado un flecha a un ciervo colorado que se le fue herido a las 5 de la tarde y no lo pudieron encontrar. Al otro día, recién a las 11 de la mañana, lo encontraron vivo (y sufriendo) con la flecha clavada y lo tuvieron que matar de un disparo. Yo personalmente creo que la caza con arco es innecesaria, y jamás la practicaría. Al otro día le ocurrió lo mismo con un chancho. Sin comentarios.
A mi amigo Paco, la suerte de la tarde fue igual que la de la mañana, nada importante, Goyo nos contó que había visto un 15 puntas pero a una distancia grande en una loma y después un 13 (muy lindo dijo) que tampoco le dio tiro. Eduardo, que recién se inicia no logró ver un par de ciervos que el guía le indicó.
Ya entramos en el tercer día, rotamos de cuadros, y yo con Luis Bertone a buscar un búfalo al que el abogado le había tirado con un .338 y herido se había adentrado en el monte. En la picada yacía otro que el mismo cazador había matado la tarde anterior. Fuimos siguiendo el rastro de sangre que cada vez era mayor en un monte muy cerrado hasta que al final Luis lo vio, ya estaba muerto. El tema ahora era sacarlo da ahí, pero eso ya no era mi problema. Al pretender salir casi perdemos el rumbo. Con la camioneta fuimos por una picada hasta un claro donde había un apostadero, pero no conseguimos ver nada.
Para la tarde junto con Agustín Gadea nos fuimos a apostar cerca de un charco que tenia un alimentador automático de maíz, donde parece que bajaba un padrillo grande. Y como decía Sabina, se hicieron las diez y las once y del chancho nada. De repente entre los montes cercanos apareció la silueta de un ciervo a unos cien metros de distancia. Poco a poco se fue acercando al corral donde la luz de la luna (todavía en creciente) no permitía ver bien la cornamenta. Parecía largo y grueso, por lo que le apunté con el fusil pero le dije a Agustín, que tambien dudaba, "prendele la linterna". Axial lo hizo y no era ni un 11, ni un 12, tenia unas coronas impresionantes y le dije, "déjalo, tiene colgada una etiqueta que dice 5000 y no se si son Euros o Dólares!!". Otra vez a cenar y a dormir.
El día anterior había llegado otro cazador desde Santiago del Estero a buscar un trofeo muy especial. A eso nos referiremos después.
El tercer día, salimos con Patricio, a quien entre paréntesis no veía hace 20 o 25 años. Llegamos hasta una picada y nos largamos a caminar. La picada estaba cruzada de rastros de ciervos en todas direcciones, llegamos a un claro y nos paramos a mirar. Apareció un ciervo joven y lo miramos con los largavistas mientras cruzaba un claro. "Son 335 metros" sancionó Patricio que lo midió con su Leica Geovid. Llegamos al fondo del claro y seguimos la picada, en un momento se cruzaron un ciervo joven y dos o tres hembras. Volvimos al mediodía para almorzar.
Durante el almuerzo Eduardo comentó que había salido con Agustín, y le había mostrado al 15 puntas en el charco y que después lo habían seguido por el monte pero no había conseguido verlo bien. Ya ese 15 puntas, que ya se había cruzado con Goyo y con Eduardo, me estaba preocupando.
La tarde se complicó, ya que el cazador de Santiago había cazado su trofeo y otro de los guías se había abocado a tratar de encontrar sin éxito el chancho flechado por el americano, axial que se hizo tarde. Decidimos entonces con Agustín, que iríamos al apostadero donde con un poco de suerte veríamos algo) yo pensaba en el 15.
Se fue haciendo la tarde, y yo quería volverme temprano, ya que al otro día debía viajar de vuelta, y solo bajaron las manadas de búfalos. De brama, poco y nada, solamente los reproductores del encierro. A eso de las 7 y media aparecieron por la derecha tres ciervas y mis pulsaciones se aceleraron (el 15 según los que lo habían visto estaba con tres hembras).
Al rato apareció un macho, la escasa luz permitía ver que era largo pero que cantidad de puntas tendría en las coronas era un misterio. Y bueno, a veces hay que tomar algún riesgo, levante el 7x64 y le puse la cruz en la paleta y rogué a Dios que no fuera de mas de 200 puntos, y tiré. Se escuchó el impacto del tiro pegado, el ciervo dio tres pasos y cayo desmoronado. Esperé unos 5 o 6 minutos y bajamos a ver. SI, era el 15. Agustín se fue a buscar la camioneta, conectaron el malacate y lo subieron a la a.m.
Llegamos a la casa donde mis amigos también habían cazado, Paco un lindo 11 puntas, Goyo un descarte y Eduardo un dama. El ciervo que cazó el santiagueño va a ser el record argentino, sin duda. La noche se prolongó entre vinos y champagne hasta que nos fuimos a dormir.
En resumen, la suerte vino el último día, y no quiero dejar de agradecer a Luis Bertone, a Patricio Geigo por su profesionalidad y las atenciones recibidas. Un recuerdo tambien para Agustín, que si dios quiere me acompañará en la brama 2014 nuevamente en "Los Cerritos".
Jaeger E.
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