Caza

Veinte años no es nada...

Regreso al mismo apostadero

Autor: Jaeger E.

Fecha publicación: 04/12/2013

Auspicia: Marcotegui Guns

Mas de veinte años, habían pasado desde que por primera vez había estado cazando en los campos de "La Pepita" al Sur de Rio Colorado en la provincia de Río Negro, y una tarde (y noche) me había apostado en una casilla construida casi dentro de un añoso calden.

Recuerdo también que el cebo para los jabalíes era en esa época proveniente de una carga de manzanas en variados estados de descomposición rechazadas por las sidreras que muy contentos se las regalaban a quien se pagara el flete. Muy temprano en aquella oportunidad bajaron lechones a saciar su hambre con al fruta y un zorro a hurtadillas cada tanto, se robaba una.

Y pasaron 20 años, que como dice el tango "no es nada", y acompañado de mi amigo Hector y dos chaqueños, llegamos nuevamente a los campos de "Cartucho" Romo. Ya la casa nueva, muy confortable por cierto, estaba terminada, así que no fue necesario alojarse en un campo vecino como habiamos hecho en otras oportunidades.

Después de almorzar, y una corta pero reparadora siesta, nos preparamos para al primera noche de aguardo. Salí a la galería a tomar unos mates y a conversar un poco con Benedicto, el capataz del establecimiento. Me preguntó, entre mate y mate, que era lo que queróa cazar, si una chancha gorda para hacer chorizos o un padrillo de los que cada día son mas difíciles. Le dije que un padrillo, y me comentó que en el apostadero "El Calden" bajaba noche por medio o cada dos días un jabalí viejo.

Allá nos fuimos a ver los rastros, y sorprendido, vi que era en el mismo apostadero que mas de 20 años atrás me había pasado la noche sentado. A unos 60 o 70 metros un charco al lado de una osamenta vieja, tanía un poco de agua. Al cereal que no estaba aparentemente tocado lo cubría un medio tambor plástico de 200 litros para evitar que las palomas lo consumieran. Alrededor se podía percibir el rastro de un único padrillo pata grande y mochas la pezuñas. Serían de hace un día o dos. Bueno, reforzamos el maiz, y a las 6 de la tarde fui a instalarme allí para hacerle el aguante al padrillo, si es que decidía venir. ¿A que hora lo buscamos don Emilio?, me preguntaron, a lo que respondí: "no antes de las 6 de la mañana". Subí los bártulos y me instalé tranquilo, eran las 6 y cuarto.

Y se hicieron las 7, y se hicieron las 8, y unas espesas y negras nubes tapaban la poca luna que había salido. Mas tarde llovió (por suerte). Cada tanto miraba con los Zeiss 8x56 para ver si había algún movimiento, pero nada. De repente, un golpe se dejó escuchar, era el padrillo que con la jeta quería correr el tambor, para hacerse de su cena. Levanté los prismáticos, ya que a simple vista no podia ver casi nada, y allí estaba, de frente . Nervioso, daba vueltas sin decidirse a comer de lleno. Sin lugar a duda es el padrillo pensé.

De repente se puso de costado y levantó al jeta como queriendo olfatear algo. Rápidamente le centré con los postes gruesos (los pelos no se veian), el retículo en la paleta y diaparé.

No escuché pegar el tiro del 7x64 (Recarga de Francisco Tomasian), pero seo fue por lo corto de la distancia,. Apagado el ruido del disparo, sí pude escuchar un ruido de ramas rotas, y después, el silencio. Está pegado pensé. Espero diez minutos y con la linterna y la .45 me bajé de la planta y me dirigí al charco para ver hacia donde había salido y si había sangre.

De lo último nada, ni una gota, lo cual también es de esperarse: el proyectil no tiene salida. El rastro (la misma huella de pezuña mocha) salía para la izquierda, ansioso lo seguí por diez minutos y poco a poco entre la oscuridad y el pastizal lo perdí. Nuevamente me voví sobre mis pasos, a ver si cortaba el rastro nuevamente, pero nada. Resignado me volví al apostadero pensando que tenía que esperar a las 6 de la mañana y eran solo las 10 menos diez.

Empezó a garuar, y después a llover. A eso de las 11 aparecieron a buscarme, yo me podría haber quedado muy tranquilamente, mas de una vez pude cazar a la madrugada después de la lluvia, pero en fin ahí estaban y había que encontrar mi chancho.

Salimos siguiendo el rastro antes que la lluvia lo borrara y llegamos hasta donde había llegado yo antes. Fue allí que Cartucho se desvió y se dio cuenta que el chancho se había vuelto para atrás y se había clavado de trompa en un piquillin. Lo sacamos para afuera, y efectivamente era el padrillo de las pezuñas mochas. Lo cargamos y llevamos hasta la casa.

Al otro día después de sacarle las defensas nos dieron 23 de un lado y 23,5 del otro. Muy buen trofeo. Y seguramente seguirán mas, y ya no puedo esperar 20 años mas...

Jaeger E.

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